domingo, 23 de noviembre de 2014

CXXIV

Hoy en un trayecto de 50 minutos en tren se ha detenido el tiempo y me he puesto a escribir, disfrutando cada curva, dejando al ego de lado.
Hoy me he puesto a escribir como dibujan los niños y he recordado muchas cosas importantes, casi todas ellas triviales si las medimos por los valores que rigen el mundo.
Hoy he sentido más que nunca la responsabilidad de seguir haciéndolo. Una responsabilidad hermosa, que latirá conmigo mientras la mirada aguante. 
Dejo atrás al hombre atormentado, al débil, al sumiso, el que se pierde en el trayecto del poema.
Hoy es mañana.
Dejo el trabajo de máquina, yo nací para observar y descubrir, esa es mi naturaleza. 
No voy a perder el tiempo a cambio de unas monedas, necesito inventarme de lunes a domingo. 
Lo siento por las calles iguales, los semáforos, el hueco del ascensor, la siempre escalera del metro.
Pido perdón a los diarios, los cafés de mediodía, los gimnasios, las tiendas de ropa, los pasos de cebra, las bocinas. 
Yo soy otra cosa. 
Desde hoy hasta el último día de mi vida, voy a ir quitándome todas las cadenas que acumulo. 
Elijo ensanchar, pedir la palabra. Dotar a mi cuerpo de la libertad necesaria.

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