Estudio interpretación porque juego y me siento libre
ahí: en el territorio por descubrir. El mundo se abre como un acordeón sin
horizonte y me quedo desnudo. Casi nunca me quedo desnudo, solo cuando escribo
o habito ese espacio de escena. El miedo existe también, pero es un miedo
diferente, un miedo sujeto a la vida en el inicio, pero que a medida que avanzo
en la búsqueda, va liberándose, mutando a sensor de conocimiento, más ala que
techo.
De la misma forma que no me gusta la palabra poeta, no
por su color en sí, no por la música que alcanza, lo mismo me sucede con la
palabra actor. Ambas me quedan lejanas, porque el juego acaba de empezar y a mí
me queda mucho, tanto que no puedo reprimirme la alegría de futuro.
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